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Foto del escritorHéctor González

Yemen, la crisis en el olvido

La nación más pobre del Medio Oriente se encuentra en el capítulo más oscuro de su historia moderna como un país soberano. Un conflicto armado que ha clamado las vidas de aproximadamente 400 mil personas, una hambruna particularmente cruel hacia los niños, brotes de cólera y malaria, una infraestructura gubernamental inexistente, y un ambiente general de caos exacerbado por estos factores. Todo esto cae dentro del contexto de lo que ha sido llamado la Nueva Guerra Fría en el Medio Oriente/África del Norte entre dos potencias regionales con grandes ambiciones, la República Islámica de Irán y el Reino de Arabia Saudita.

Por los últimos 100 años Arabia Saudita ha sido el estado satélite más importante de los EEUU en la región. Esta relación ha permitido a Riad depender del ejército estadounidense para su seguridad, al mismo tiempo que ha podido perseguir sus intereses geopolíticos, convirtiéndose en la potencia regional predominante en la Península Arábiga. Con una inminente crisis fiscal que depende de lo bien que Riad sea capaz de diversificar su economía a partir de las fuentes de energía, combinada con varios errores en política exterior y una población fragmentada, parece que el tiempo del Reino Saudí como potencia regional dominante está llegando a su fin. Se espera que se produzca un vacío, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos siendo dos países que se compiten a llenarlo.

La actual Arabia Saudita se formó con un pacto entre la Casa de Saud y la Casa de Wahhab. Este pacto otorgó a los Saud el control de las ciudades santas islámicas de La Meca y Medina, asegurando la legitimidad de la Casa de Saud para gobernar el Estado saudí. Hasta el día de hoy, este pacto garantiza que los asuntos políticos sean dirigidos por la monarquía saudí, mientras que los asuntos religiosos son dirigidos por los clérigos wahabíes. Como el wahabismo es la interpretación fundamentalista y puritana del Islam, esto ha dado lugar a una sociedad saudí ultraconservadora. Cualquier tipo de alteración de este pacto no sólo pondría en peligro la integridad territorial de Arabia Saudí, sino que puede dar lugar a disturbios y conflictos civiles. Como nos mostraron las secuelas de la toma de La Meca en 1979 por parte de los yihadistas armados, son los clérigos que ganarán más poder en ese conflicto, ya que la familia real saudí no quiere alterar su pacto con las élites religiosas.

El apoyo de Washington a Riad, así como su posición geopolítica, le ha dado un amplio margen de maniobra en el tablero geopolítico regional. La fuerte influencia de Riad sobre el Consejo de Cooperación del Golfo y la Liga Árabe se ha utilizado para mantener la distancia entre Irán y otros países de la región, siendo el aislamiento de Irán un objetivo regional clave para Riad. Si bien la competencia económica y geopolítica impulsa esta rivalidad, ya que ambas naciones comparten una larga costa con el Golfo Pérsico y cuentan con amplias reservas de petróleo, la chiafobia también motiva a Riad, especialmente a los clérigos wahabíes. Como resulta que Irán es también un importante enemigo geopolítico de Washington, este último ha proporcionado a Riad suministros de armas, cobertura diplomática y apoyo en espacios de batalla como Siria y Yemen, al tiempo que ha impuesto brutales sanciones económicas a Irán.


La historia de Yemen, igual que la de toda la península arábiga, está atravesada por el Islam, el gran unificador de la región. A finales del siglo XIX, el Imperio Británico se hizo con el control de lo que hoy es Yemen. Un sector, bordeando el mar Rojo con capital en Sana, obtuvo su independencia y formó el Reino de Yemen en 1918. Sin embargo, el resto del país, incluída la ciudad portuaria de Adén, siguieron bajo protectorado británico hasta fines de los años ‘60.

En 1962, por un golpe de estado, este país se transformaría en la República de Yemen del Norte. Al mismo tiempo, los británicos abandonaron su colonia en el sur dado a su fracaso en aplastar una revuelta nacionalista y la administración pública fue ocupada por militares laicos con influencia socialista, conformándose así Yemen del Sur en 1967, el primer país socialista del mundo árabe. Estos dos estados mantuvieron tensiones ocasionales propias de la Guerra Fría, y, con el colapso del Bloque Socialista en 1991, y por ende sus socios comerciales/militares, el sur fue incorporado a la República Arabe de Yemen del Norte.

La unidad fue posible por la presencia de un liderazgo autoritario como el de Ali Saleh quien ya presidía Yemen del Norte desde 1978 y luego presidió todo el país. La administración laica fue gradualmente suplantada y el viejo Yemen del Sur se sintió alienado. Por esta misma razón, en 2011, dentro del marco de la “Primavera Arabe”, las protestas masivas contra Saleh fueron primero en el sur y oriente del país. El gobierno cayó y el poder fue asumido por Abdo Hadi, su vicepresidente, mucho más simpatizante con los saudíes.

En 2014, el movimiento Ansarolá y sus milicias hutíes (de origen chiíta), ubicadas en el histórico Yemen del Norte, derrocaron al gobierno y tomaron la capital, Saná. Para frenar el avance chiíta, y por ende iraní, próximos a sus fronteras, Emiratos Arabes Unidos y Arabia Saudita formaron una coalición militar que inició bombardeos sobre Yemen en Marzo 2015. Desde entonces, las autoridades gubernamentales trasladaron la capital a Aden, dónde se ha generado un escenario de partición del país similar al de Yemen del Norte (hoy ocupado por los hutíes) y del Sur (ocupado por el gobierno sunni).

Mientras que Riad ha debilitado su posición regional, Abu Dhabi ha tratado de distanciarse del reino wahabita. Recientemente, Abu Dhabi ha desviado sus recursos de la coalición pro-gubernamental liderada por Arabia Saudí contra el movimiento Hutí al Consejo de Transición del Sur. Al apoyar a los separatistas del sur, Abu Dhabi espera asegurarse un punto de apoyo en el Golfo de Adén y neutralizar el capítulo yemení de los Hermanos Musulmanes, Al-Islah. Con la ubicación estratégica y el potencial portuario del Golfo de Adén, así como la presencia militar en la isla de Socotra, Abu Dhabi refuerza su posición regional en el comercio marítimo del Océano Índico.

Riad, al igual que Abu Dhabi, consideraba el ascenso de los Hermanos Musulmanes y los partidos islamistas como una amenaza para su gobierno, pero seguía cooperando con el grupo cuando le convenía. Por ejemplo, Al-Islah cuenta con el apoyo de Riad, lo que añade a la guerra en Yemen una nueva dimensión, ya que se convierte en una guerra por delegación de Arabia Saudí y EAU o, como dicen muchos analistas, en una guerra dentro de otra guerra. Además, los separatistas del sur, respaldados por los emiratíes, han arrebatado al gobierno yemení, apoyado por Arabia Saudí, las oficinas gubernamentales de las ciudades del sur de Yemen, incluida la auto proclamada capital, Adén. Aunque en la actual aplicación del acuerdo de Riad existe una paz temporal entre ambas partes, los acuerdos anteriores han demostrado que no duran mucho. En última instancia, una división de Yemen que vería a los Hutíes en el norte y los separatistas en el sur podría ser una posibilidad en un futuro no muy lejano. Se trataría de un movimiento apoyado por Abu Dhabi y con la oposición de Riad, que tendría graves implicaciones geopolíticas en la región.

A pesar de que Arabia Saudí anunció el martes un alto el fuego en Yemen con motivo del sagrado mes de Ramadán y para que los diálogos interyemeníes tengan éxito, el miércoles volvió a violar la tregua y atacó una zona residencial en Saada (noroeste de Yemen), dejando cinco civiles heridos. No obstante, las milicias hutíes han podido resistir y desarrollar sus capacidades militares de manera que ya es capaz de responder a la agresión saudí y hasta golpear los objetivos militares y vitales dentro del reino.

El jefe del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, David Beasley, después de visitar Yemen, describió este país como el “peor lugar del mundo” y la situación allí como “un infierno”. Según han advertido las Naciones Unidas, alrededor de dos tercios de la población yemení sufren escasez de alimentos, atención médica u otro tipo de apoyo para salvar vidas, mientras que unos cuatro millones se han visto obligados a abandonar sus hogares y cientos de miles más están amenazados.

Las organizaciones humanitarias no dejan de alertar de las consecuencias catastróficas del conflicto en Yemen, no obstante, Riad ha ignorado a las voces que le exigen poner fin a la guerra y rendir cuentas por los crímenes que ha cometido en el país más pobre del mundo árabe. Con todo, la parte hutí ha prometido suspender sus operaciones de represalia siempre que Riad ponga fin a su devastadora guerra y bloqueo, con los que tiene como objetivo restaurar en el poder al fugitivo ex presidente yemení, Abdu Rabu Mansur Hadi, y aplastar al movimiento Ansarolá.



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