Según el profesor Gustavo Bueno (h), quien historió más exhaustivamente el término, el primero que lo utilizó fue el madrileño Juan Carumel (1606-1682), luego el ginebrino Juan de Lolme (1740-1806) y en tercer lugar el alemán Johann Georg Schlosser (1739-1799). Casado con la hermana de Goethe, fue uno de los representantes más eruditos de la Ilustración alemana y el término metapolítica designa para él, la totalidad de los presupuestos y correspondencias que fundamentan la acción política.
Un lector de Schlosser como fue W. Dilthey interpretó el término como metafísica social, pero esa traducción errónea e injustificada del término, pues subordina los principios de la política a la metafísica, cuando los principios de la política son originarios de ella, hizo que la utilización del término metapolítica quedara descalificado y raleado en su uso académico.
Hace casi un siglo (1927), en la Escuela Superior Alemana de Política, el filósofo Max Scheler, La mente más fértil de aquella hora, al decir de Ortega y Gasset, sostenía en su conferencia titulada El hombre en la etapa de la nivelación que " Y aunque pasen muchos años aún hasta que esta elite incipiente, hoy todavía demasiado restringida a la crítica de la cultura esté madura para la realidad de la vida, de manera que sea capaz también de aparecer en el espíritu de nuestra política, a fin de suplantar a los gobernantes y mantenedores de la presente conducción alemana".
La idea que se desprende de esta cita es que el trabajo intensivo en el orden cultural es condición previa y necesaria para la toma del poder político. He aquí la primera acepción de metapolítica, como mera actividad cultural que precede a la acción política.
Pocos son los que saben que este es el antecedente más lejano de la noción de metapolítica que comenzó a manejarse a partir de 1968 por un grupo cultural francés conocido como nouvelle droite.
Su animador principal va a atribuir, no a Scheler sino, al marxista italiano Antonio Gramsci la paternidad de la idea al sostener explícitamente que: "Gramsci ha mostrado que la conquista del poder político pasa por aquella del poder cultural".
Así pues la metapolítica en una primera acepción significa la tarea de desmitificación de la cultura dominante cuya consecuencia natural es quitarle sustento al poder político, para finalmente reemplazarlo, y para esto último hay que hacer política.
Y acá surge la paradoja de la nouvelle droite, desde este punto de vista, y es que adoptando esta primera acepción ha querido desarrollar metapolítica sin política. Así lo afirma enfáticamente su fundador cuando sostiene: ''Donde nosotros hemos siempre situado nuestra acción es sobre un plano metapolítico o transpolítico, a la vez cultural y teórico, y es esta una vocación que no sabríamos cambiar". Sobre este tema el politólogo Marco Tarchi de la Nuova Destra italiana observa que la ND no lleva a cabo ninguna acción política partidaria pues considera que los partidos políticos han sido superados en poder e iniciativa por los mega aparatos massmediáticos y que, es allá, donde esta corriente de pensamiento intenta llevar adelante la lucha. No obstante, esta acertada observación, el hecho de autolimitarse y limitar la metapolítica a una tarea cultural sin proyección política reduce a esta corriente a una especie de torre de cristal cartesiana en donde la competencia por sutilezas teóricas reemplaza, en sus cultores, al compromiso con la realidad política de su genius loci.
Una segunda significación del concepto de metapolítica la encontramos en la convergencia, sobre este tema específico, de las corrientes hermenéuticas y analíticas. La filosofía hermenéutica al tener la preocupación por la historia de los conceptos que lleva a cabo a través de la reflexión sobre el lenguaje con el rescate del "contexto" de los conceptos políticos en tanto condición indispensable para comprender, converge con la crítica analítica de los conceptos, con la diferencia que esta última tiende a la adopción de un lenguaje conceptual unívoco como el de las ciencias duras.
Manfred Ridel, discípulo y continuador de Leo Strauss, afirma esta coincidencia explícitamente al sostener que: " La metapolítica exige una analítica de los conceptos en el sentido de una reflexión hermenéutica y analítica de las actuales opiniones políticas preconcebidas, que es la que ha de abrir el acceso a una política sin metafísica política.
Vemos pues, claramente, como la intención de esta línea interpretativa consiste en intentar la disección de las opiniones políticas preconcebidas a través del análisis del lenguaje político, pero sin predicación de existencia, presupuesto metafísico de la filosofía analítica. Esto es, una filosofía sin metafísica.
Se observa en esta segunda acepción de metapolítica una paradoja irresoluta, pues en tanto que hermenéutica sabe que toda interpretación presupone una valoración y en tanto que analítica, se autolimita al terreno exclusivamente neutral-descriptivo, con el agravante de la suspensión del juicio de valor, como consecuencia de la no predicación de existencia. Esta concepción de la metapolítica tendiente a eliminar toda metafísica política de la política no deviene otra cosa que la justificación del statu quo reinante.
Una tercera acepción de la metapolítica está dada por lo que se denomina tradicionalismo, corriente filosófica que se ocupa del estudio de un supuesto saber primordial común a todas las civilizaciones. Este tradicionalismo que por definición es suprahistórico, en la medida en que el mito constituye el elemento primario a partir del cual se parte hacia el conocimiento de la tradición única, se diferencia de la tradición de particular de los diferentes pueblos como historia de valores a conservar y realizar. Esta última tradición hace presente el pasado para proyectarlo hacia el futuro. Mira más bien al futuro que al pasado. Tradición en el sentido usual es proyección del pasado valioso en el presente. En cambio, para el tradicionalismo filosófico, cuyas figuras emblemáticas son Guenón, Schuon, Evola, Capra, Coomaraswamy, etc. la tradición es entendida en un sentido ahistórico o metahistórico.
El máximo representante de esta corriente, en este tema, es el italiano Silvano Panunzio quien en su obra Metapolítica: La Roma eterna e la nuova Gerusalemme (Roma.l979) se ocupa detalladamente de los fundamentos de la metapolítica y su funcionalidad en nuestro tiempo. Sin embargo es, su continuador, el agudo pensador Ítalo- chileno Primo Siena, quien mejor define esta significación de metapolítica cuando sostiene: ''Trascendencia y metapolítica son conceptos correlativos, por ser la metapolítica veraz expresión de una ciencia no profana y más bien sagrada: ciencia que por lo tanto se eleva a la altura de arte regia y profética que penetra en el misterio escatológico de la historia entendido como proyecto providencial que abarca la vida de los hombres y de las naciones. Por consiguiente, la metapolítica expresa un proyecto que -por la mediación de los Cielos- los hombres rectos se esfuerzan de realizar en la tierra, oponiéndose a las fuerzas infernales que intentan resistirles”.
Se desprende de la larga cita precedente que para esta interpretación, la metapolítica es el fundamento último de la política y a la vez establece el paradigma en función del cual la política debe actuar. En definitiva, para esta línea interpretativa la metapolítica es la metafísica de la política.
Hemos visto tres claras acepciones de la noción de metapolítica, en primer lugar aquella de la nouvelle droite que pretende hacer metapolítica a secas; esto es, sin política. En segundo término, tenemos la postura analítico-hermenéutica que aspira a realizar metapolítica sin metafísica política. Y por último tenemos la posición del tradicionalismo esotérico que intenta hacer metapolítica como metafísica política.
Ante este cuadro, forzosamente sucinto, de la polémica en torno al medular concepto de metapolítica cabe preguntarse si las posturas son contradictorias, complementarias o si, en todo caso, existe la posibilidad de ofrecer otra acepción.
Existe una cierta coincidencia entre las dos primeras corrientes en cuanto a que la metapolítica es una reflexión critica acerca de los preconceptos de la política. En tanto que la diferencia entre ambas se encuentra en la relación entre metapolítica y política. Así, mientras la nouvelle doitre niega toda relación, la analítica-hermenéutica afirma que "abre el acceso a la política". Se da en esta comparación una coincidencia metodológica y una disidencia de carácter funcional.
Si comparamos ahora, estas dos corrientes con la tercera, no existen ni siquiera una coincidencia de carácter metodológico, dado que el tradicionalismo no se propone un acceso metódico al saber metapolitico, sino que se limita a proponer un paradigma metapolítico - la ciudad primigenia como ciudad espiritual o civitas dei- a la actividad política. Y si bien hay una cierta coincidencia con la corriente analítico-hermenéutica en cuanto a que las dos otorgan funcionalidad política a la metapolítica, ambas entran en flagrante contradicción puesto que una propugna una política sin metafísica en tanto que el tradicionalismo alienta una metafísica política.
Conclusión
Sin pretender agotar el tema y al mismo tiempo evitar caer en un sincretismo acomodaticio nosotros proponemos la siguiente acepción de metapolítica.
Como su nombre lo indica en griego thá methá politiká, la metapolítica es la disciplina que va más allá de la política, que la trasciende, en el sentido que busca su última razón de ser. Es una disciplina bifronte pues es filosófica y política al mismo tiempo. Es filosófica en tanto que estudia en sus razones últimas las categorías que condicionan la acción política de los gobiernos de turno, pues "entiende la política desde las grandes ideas, la cultura de los pueblos, los mitos movilizadores de la historia". Y es política, en cuanto busca con su saber, crear las condiciones "para suplantar a los gobernantes y mantenedores de la presente conducción", según palabras de Max Scheler.
Esta pluridisciplina exige un método y este puede ser el fenomenológico-hermenéutico, realizando la epojé (puesta entre paréntesis) de las opiniones pretéritas, preconcepturales o ideológicas, pare intentar una descripción eidética (de los rasgos esenciales) lo más objetiva posible de los "hechos mismos". Para, en un segundo momento, pasar a la interpretación del lenguaje político.
Hasta aquí coincidiríamos en parte con la segunda corriente, pero metapolítica para nosotros "a contrario sensu" que para ésta, no puede quedarse en el mero juicio descriptivo, sino que por su doble carácter de filosófica y política está obligada a emitir juicios de valor intentados. Y esto último, la emisión de juicio de valores, en la crítica cultural, no conformista y contra corriente al discurso massmediático del establishment, es el mérito más significativo de la nouvelle droite.
En cuanto a la tercera acepción, la tradicionalista, creemos que la misma se vincula mucho más estrechamente, tanto por su saber iniciático y esotérico como por su propuesta paradigmática, a una teología política que a una disciplina reflexiva y exotérica como la metapolítica.
Además, la metapolítica en cuanto disciplina, al menos bivalente, no es un pensamiento simplemente teorético sino que exige abrirse a la acción política como productora de sentido dentro del marco de pertenencia o ecúmene cultural desde donde se sitúa el metapolítico.
Resumiendo nuestra propuesta tenemos, una disciplina filosófica y política, que puede utilizar con provecho el método fenomenológico-hermenéutico, pero que por su carácter plurivalente está obligada a emitir juicios de valor y no solamente juicios descriptivos. Al tiempo que por su propia índole exige el acceso a la política.
Alberto Buela
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