Tras la reducción de la producción remolachera en Europa a causa de la Primera Guerra Mundial la industria de la azúcar puertorriqueña dominada por el capital externo se favoreció de un alza en la demanda y precio del azúcar en el mercado estadounidense. La década de 1920 presenció la expansión de la industria azucarera en la isla, pero la capacidad de generar empleos ya había llegado a su máximo. Además, los cultivos se vieron afectados por el paso del huracán San Felipe en 1928 y en 1929 los precios cayeron junto a los del tabaco a causa de la Depresión en los Estados Unidos. La situación empeoró con el paso del huracán San Ciprián en el 1932, devastando aún más la maltrecha economía agrícola del país.
Las catastróficas consecuencias de la Gran Depresión y los huracanes provocaron en los trabajadores puertorriqueños la urgencia de reivindicaciones mediante huelgas en las industrias de la aguja y el tabaco, la transportación pública, el acarreo en camiones y las panaderías del país. Bajo estas circunstancias, el gobierno temía que se generará una huelga general alrededor de toda la isla. En un intento fallido por prevenir una huelga en la industria del azúcar, los negociadores del Partido Socialista y la Federación Libre de Trabajadores promovieron un acuerdo con los representantes de las centrales azucareras que no respondía a los intereses de los trabajadores. Entre las disposiciones del convenio, se pretendía mantener un salario de un promedio de 85 centavos por una jornada de ocho horas, cabe destacar que el salario variaba si la demanda del azúcar aumentaba o decrecía en los Estados Unidos. Para entender la urgencia en la que se encontraban los trabajadores puertorriqueños, se debe tomar en consideración que el costo de vida había aumentado en un 40 por ciento. Por tales motivos, al momento de publicarse el acuerdo, los trabajadores se inclinaron a repudiar el convenio. Provocando así la paralización de los trabajos en las centrales azucareras alrededor de la isla durante las primeras semanas del 1934.
Los trabajadores se encaminaban a una huelga contra de los patronos de la industria azucarera sin el auspicio del liderato sindical, la Federación Libre de Trabajadores, que fungió un papel importante en la huelga cañera del 1915 les había dado la espalda a los campesinos y obreros con la firma del convenio. Adicional a eso el gobierno y la propia FLT fueron parte de una campaña de represión contra los obreros con el fin de debilitar el movimiento y que cedieran al convenio. En ese momento el liderato obrero conformado por la FLT y el Partido Socialista ocupaban puestos en el gobierno colonial que los colocaba en una posición de poder; se habían vendido a los intereses de los capitalistas estadounidenses echando a un lado los intereses de los trabajadores. A quienes Pedro Albizu Campos, en su artículo “La Huelga Agrícola”, los acusa de formar parte de un “gobierno rompe huelga” que “existe para defender a sus grandes intereses aquí radicados”. Incluso, las decisiones tomadas por la FLT y el Partido Socialista condujeron a que una parte de los miembros decidieran conformar la Afirmación Socialista, la cual tenía como objetivo renovar las propuestas socialistas abandonadas por las organizaciones anteriores. No obstante, la gran mayoría de los trabajadores optó por la dirigencia de Albizu y el Partido Nacionalista.
El escenario de la huelga colocaba a los trabajadores de la caña en una situación de oposición en la que no solo se oponían a los patronos de la industria azucarera, sino que también se encontraban en conflicto con las organizaciones sindicales que los habían traicionado. Como resultado, los trabajadores recurrieron al líder nacionalista Pedro Albizu Campos para que organizara y liderara a los trabajadores. Siendo esta la única ocasión en la historia contemporánea de Puerto Rico en la que el nacionalismo se unía a los campesinos y obreros para liderar sus luchas. El 12 de enero de 1934 el Partido Nacionalista dirige una asamblea en el pueblo de Guayama de esta asamblea surge la Asociación de Trabajadores de P.R. que tenía como finalidad el ordenamiento de los trabajadores en una organización capaz y en la disposición de luchar por los derechos de todos sus asociados y defender los intereses de todos los trabajadores. Durante el transcurso de la huelga el Partido Nacionalista y la figura de Albizu Campos demostraron que además de ser una lucha por la reivindicación de los procesos laborales, era la reafirmación de una posición anticolonial y antimperialista contra los dueños estadounidenses de las industrias azucareras, la dominación económica imperialista y en oposición a la dominación de los Estados Unidos sobre nuestro país. En palabras de Corretjer, el llamado por parte de los trabajadores a Albizu Campos para liderar la huelga: “alertó al imperialismo que la organización de los trabajadores agrícolas de la principal explotación del país ya no podía ser diferida”.
En el contexto histórico, la huelga cañera del 1934 significó un proceso de transición de una agricultura diversificada al monocultivo de la caña de azúcar. También precede como evento desencadenante al periodo de persecución violenta contra el Partido Nacionalista. Al ver que la participación del nacionalismo como la opción política más radical, anticolonial y antiimperialista, había paralizado la economía del azúcar por un mes y doblado el sueldo de los obreros y campesinos.Desde ese momento se intensificó la vigilancia por parte del FBI. El gobierno estadounidense comenzó a fortalecer a la Policía Insular con el propósito de destruir al partido como organización, persiguiendo, encarcelando y hasta asesinando a miembros del Partido Nacionalista por “incitar al desorden” en contra del gobierno de los Estados Unidos. Aunque parcialmente triunfante, el resultado de la huelga demostró la fuerza de los nexos ideológicos de los dirigentes nacionalistas con el movimiento obrero-campesino puertorriqueño. A 87 años de este suceso histórico el trabajador puertorriqueño continúa viviendo, aunque de forma distinta, las consecuencias del encadenamiento a los intereses del capitalismo extranjero que socavan nuestros derechos laborales y dificultan nuestra calidad de vida con la ayuda del gobierno colonial.
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