Don Pedro Albizu Campos es sin duda el máximo exponente del independentismo puertorriqueño durante el pasado siglo. Su importancia ha sido tal que el movimiento de nacionalismo puertorriqueño que dirigió es identificado con su nombre por los estudiosos.
Albizu Campos, apodado el Maestro, tuvo el mérito de inspirar la lucha por la independencia, pero no pudo lograr su sueño de un Puerto Rico libre. Su proyecto político nacionalista fue derrotado y el estudio historiográfico de su figura y su movimiento han sido marginados por el oficialismo. La ausencia del liderato de Albizu significó, además de un debilitamiento general del movimiento independentista, que otras facciones independentistas continuaran exigiendo la independencia pero sin compartir necesariamente todas las ideas de Albizu Campos.
Es en parte por estos motivos que, pese al aparente resurgimiento del interés por el independentismo y por la figura de Albizu entre la juventud, muchas personas no conocen con profundidad las bases del pensamiento albizuista. Como hicimos constar en nuestro artículo “Apología por la Hispanidad: reconquistando las bases del nacionalismo puertorriqueño”, publicado en la edición del pasado octubre de la revista La Nación, notamos y analizamos el concepto de hispanidad para explicar el nacionalismo albizuista. Notamos que un componente importante de la hispanidad es el catolicismo, religión histórica del pueblo español y de sus naciones hijas como Puerto Rico.
Deseamos pues dedicar este artículo a exponer y estudiar con mayor profundidad las fuentes católicas del pensamiento de Albizu Campos y su relación con los principios de la doctrina social católica. No pretendemos con este análisis informativo identificar plenamente al catolicismo con el albizuismo o reclamar que el nacionalismo albizuista representa perfectamente la doctrina social de la Iglesia. Carecemos de la autoridad para ello y recomendamos estudiar los documentos oficiales de la Iglesia para aprender mejor sobre su doctrina social, además de consultar cualquier duda con expertos en teología católica como sacerdotes bien educados en el tema. Reconocemos también que no fue el Partido Nacionalista Puertorriqueño un partido confesional por ser su fin principal el logro de la independencia de Puerto Rico y no una restauración de la religión católica como la religión oficial de Puerto Rico Varios devotos católicos, de hecho, temen que a lo largo de su lucha Albizu Campos puso la independencia de la patria por encima de la obediencia a Dios y a su religión, aunque como no conocemos realmente la conciencia de Albizu no nos atrevemos a hacerle un juicio tan fuerte.
Habiendo realizado estas advertencias, nos vemos a la vez obligados a reconocer que la radicalidad del pensamiento y el proyecto albizuista hubiese sido sumamente difícil de lograr, si no imposible, sin el catolicismo. Veremos a lo largo de este artículo cómo el retorno de Albizu Campos al catolicismo pareció inspirar su lucha política y, más todavía, cómo en muchas instancias los discursos y escritos de Albizu y las políticas del Partido Nacionalista se alinean con el pensamiento de escritores, teólogos e incluso otros políticos católicos. Las ideas políticas de Albizu Campos recuerdan el pensamiento de los teólogos escolásticos medievales como Santo Tomás de Aquino o del Siglo de Oro español como Francisco de Vitoria y Francisco Suárez. Recuerdan a la vez el pensamiento de católicos nacionalistas españoles como José Antonio Primo de Rivera y de católicos nacionalistas hispanoamericanos como Julio Meinvielle, Alberto Ezcurra Medrano y Jordán Bruno Genta. Entendemos que comparar sus ideas con las de Albizu podría servir para demostrar la influencia católica dentro del nacionalismo puertorriqueño.
Autores como Luis Ángel Ferrao y Luis G. Collazo hicieron una valiosa labor historiográfica al estudiar la influencia del catolicismo en la política de Albizu y tratar de exponer su manera de pensar. Entendemos sin embargo que, pese a la información que proveen, podrían ser fuentes inadecuadas para un estudio profundo. Ferrao (estudiante del marxista José Luis González), pese a acertadamente reconocer la centralidad del catolicismo en el pensamiento albizuista, basa sobre el materialismo histórico gran parte de su análisis sobre el nacionalismo puertorriqueño y no comparte una cosmovisión católica capaz de apreciar enteramente la forma de pensar del Maestro. El libro parece resultar sesgado en su contra por las posiciones tan críticas asumidas por su autor en torno a la persona de Albizu y su manera de pensar (lo cual, sin ánimo de defender actitudes o acciones verdaderamente criticables de su parte, podría dar al lector una imagen errónea sobre las ideas del líder nacionalista) y se queda corto por no analizar con profundidad las fuentes de su pensamiento. Collazo por su parte demuestra profunda admiración por Albizu pero pese a estar sesgado en su favor, aludir a las fuentes de su pensamiento e incluir referencias a los discursos o escritos del Maestro que abundan más sobre el mismo, el enfoque de su obra es tratar de buscar paralelos entre el pensamiento religioso-político albizuista y la teología de la liberación (desfavorecida por la Iglesia Católica). Su libro es entonces incapaz de examinar adecuadamente las ideas de Albizu porque solo las compara con una forma de pensar posterior a su época en vez de estudiar las verdaderas fuentes de sus ideas.
Proponemos en cambio los estudios del historiador Anthony M. Stevens-Arroyo, autor del ensayo La Cosmovisión Católica en la Filosofía Política de Pedro Albizu Campos: la campanada de muerte del insularismo puertorriqueño. El largo ensayo contextualiza la lucha política de Albizu Campos ante la imposición de la cultura estadounidense en Puerto Rico en detrimento de su cultura católica e hispana antes de examinar las fuentes del albizuismo.
Relata el autor que durante una investigación académica propuso que Albizu Campos había leído el libro El Protestantismo comparado con el Catolicismo en sus relaciones con la civilización Europea, escrito por el sacerdote español Jaime Balmes (quien vivió durante el siglo XIX). Stevens-Arroyo, tras una entrevista con el poeta (y amigo de Albizu Campos) Juan Antonio Corretjer, confirmó que el aludido libro de Jaime Balmes fue leído por Albizu cuando era estudiante en Boston y propició su retorno a la Iglesia Católica (el poeta también contó al autor que los libros de los teólogos españoles Francisco de Vitoria y Francisco Suárez estaban disponibles en la biblioteca personal del líder nacionalista).
Stevens-Arroyo intenta resumir brevemente aspectos de la política nacionalista que reflejan la cosmovisión católica del Maestro. La cosmovisión católica de Albizu Campos ligaba a Puerto Rico, a través de la herencia recibida por la católica Madre Patria Española, con la tradición y civilización de la cristiandad medieval, una civilización católica mucho mayor que sí mismo. Esto permitía contrarrestar el sentido de pequeñez e insularismo que compartían muchos puertorriqueños frente a una potencia más grande como los Estados Unidos e inspirarlos a exigir sin miedo la independencia. Concluye que es la cosmovisión católica de Albizu el factor diferenciador clave entre este líder que luchó intransigentemente por la independencia de la patria y Luis Muñoz Marín, quien abandonó la lucha por la independencia a cambio de ayudas económicas estadounidenses y mayor participación democrática dentro de los asuntos puramente internos de Puerto Rico bajo el régimen colonial.
Stevens-Arroyo expone de manera clara la importancia de la cosmovisión católica para Albizu Campos, pero no abunda detalladamente sobre las similitudes entre el pensamiento balmesiano y el pensamiento albizuista. ¿Precisamente qué relación concreta hay entre la obra de Balmes y otros célebres católicos españoles también aludidos por Stevens-Arroyo?
Un cuidadoso estudio del libro El Protestantismo comparado con el Catolicismo revela puntos de encuentro entre las ideas católicas expuestas por Balmes y el albizuismo. Al menos diez capítulos (del 48 al 57) son dedicados por Balmes para intentar exponer lo que el padre Julio Meinvielle llama la “concepción católica de la política” (frase con la que titula un libro sobre el mismo tema). Los capítulos 53, 54, 55, y 56 abordan asuntos directamente relacionados con el pensamiento albizuista: el respeto debido a la ley y la resistencia en contra de la tiranía. Ambos fueron pilares que sostuvieron una de las mayores justificaciones ofrecida por Albizu a la lucha por la independencia de Puerto Rico: la tesis de nulidad del Tratado de París.
Pedro Albizu Campos estudió derecho y ejercía la abogacía, por lo cual naturalmente sentiría alguna afinidad y aprecio por la ley, o, en este sentido, el derecho positivo, como medio para reglamentar las relaciones humanas dentro en la sociedad civil y las relaciones entre las naciones. Su educación legal es estudiada por Carmelo Delgado Cintrón en su ensayo El Derecho en Pedro Albizu Campos: su formación jurídica. El valor que Albizu daba a la ley era tan grande que uno de los reclamos principales que hacía contra Estados Unidos para justificar la independencia era que el gobierno estadounidense en Puerto Rico era ilegal por serle entregado por España ilegalmente. Decía el Maestro que el Tratado de París era nulo y no obligaba a Puerto Rico. Sus implicaciones y las estrategias políticas adoptadas en torno a esta tesis son analizadas en el ensayo Albizu Campos: estrategias de lucha y luchas estratégicas por Carlos Rodríguez Fraticelli.
El imperio de la ley establecido por el derecho positivo parece ser valorado dentro del catolicismo dada la importancia que Santo Tomás de Aquino, uno de los máximos exponentes de la filosofía católica, le atribuía. Como consta del capítulo 53 de la obra de Balmes, Santo Tomás establecía que la ley era el medio por el cual operaba el poder civil. La misma debe ser obedecida para asegurar el orden social, excepto en situaciones descritas en el capítulo siguiente como: si manda violar los preceptos de Dios y de su religión, si manda cosas malas, o si exceden las facultades del gobierno, entre otros motivos. Estas leyes injustas no obligan en conciencia pero se advierte que hay ocasiones en que las leyes injustas deben obedecerse para evitar males mayores.
Albizu Campos incluso admite que el valor que le tiene al derecho es parte de la tradición cristiana (y por ende católica) de la nación puertorriqueña. Comienza su meticuloso análisis sobre “En torno al Informe Brookings” con la siguiente aseveración: “La civilización cristiana ha impuesto la norma del derecho en la vida humana interna y en las relaciones externas de las nacionalidades”.
Su respeto aparente por el derecho nos lleva a otra cuestión en la cual, tras un cuidadoso estudio, puede demostrarse de nuevo la relación entre el albizuismo y el catolicismo: la insistencia en la ilegalidad del Tratado de París para justificar la lucha por la independencia de Puerto Rico. Opinamos que era muy importante para el Maestro enfatizar este argumento para con él demostrar que el régimen estadounidense en Puerto Rico era lo que Balmes llamaba en el capítulo 55 de su libro un “gobierno de solo hecho”.
¿Qué son los gobiernos de solo hecho? Vendrían a ser gobiernos que existen sin necesariamente tener derecho para constituirse, generalmente impuestos por la fuerza. Balmes, en el capítulo antes aludido, reflexiona sobre si a un gobierno se le debe obediencia solo por existir. El padre catalán niega que un gobierno merezca respeto y obediencia solo por ser el gobierno establecido:
“Ante todo, conviene dejar asentado que es falsa la doctrina de aquellos que dicen
que a un gobierno por solo serlo, considerando únicamente el hecho, y aun
suponiéndolo ilegítimo, se le debe obediencia. Esto es contrario a la sana razón, y
nunca fue enseñado por el Catolicismo. La Iglesia cuando predica la obediencia a las
potestades habla de las legítimas; y en el dogma católico no cabe el absurdo de que el
mero hecho cree el derecho.”
Defiende Balmes el derecho a la resistencia a la tiranía y entiende que, de ser cierta la obligatoriedad de obedecer a los gobiernos incluso cuando no tengan derecho de mando, “las resistencias más heroicas de los pueblos” (527) serían en sí malas y quedaría el mundo “abandonado… al mero imperio de la fuerza” (527), siendo legitimadas las usurpaciones de los más fuertes a costa de los más débiles. ¡Alaba incluso a su propio pueblo español que libró una guerra de independencia en resistencia contra la invasión francesa de Napoleón Bonaparte!
Balmes menciona solo tres condiciones (aunque pensamos que podrían haber más de acuerdo a la doctrina social católica) necesarias para que sea permisible derrocar un gobierno tiránico de solo hecho: seguridad sobre su ilegitimidad, disposición de sustituirlo por un gobierno legítimo y posibilidad de éxito (para evitar males mayores). La ausencia de alguna de estas condiciones deslegitimaría la resistencia, por lo cual debería tolerarse al régimen de hecho por prudencia como sugiere Balmes.
Las tiranías formadas a partir de la corrupción de los gobiernos de derecho y originalmente legítimos (tema cubierto en el capítulo 56) pueden ser resistidas, incluyendo a mano armada de ser necesario, cuando todos los medios legales, formales o pacíficos para remediar los abusos han fracasado. Balmes destaca el hecho de que, según la opinión de los teólogos como Santo Tomás, no se prohíbe la resistencia contra estos tipos de tiranía en casos extremos. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, lista las condiciones necesarias para poder derrocar con la fuerza de las armas a este tipo de régimen, entre las cuales se destaca el hecho de que debe ser un último recurso ante el fracaso de otras posibilidades más pacíficas y ante los graves abusos que justifiquen su remoción forzosa.
Albizu Campos estaba consciente de la usurpación original de la soberanía de Puerto Rico por los Estados Unidos, que había invadido la isla tras la aprobación de la Carta Autonómica por parte de España. La ocupación militar estadounidense y la debilidad española forzó a España a ceder a Puerto Rico bajo el Tratado de París, en el cual ilegalmente se traspasó la soberanía sobre Puerto Rico a los Estados Unidos. Dicho tratado fue técnicamente ilegal respecto a Puerto Rico porque violaba la Carta Autonómica, que establecía que cualquier cambio en las relaciones entre Puerto Rico y España debía ser aprobado por Puerto Rico. Nunca se consultó formalmente a Puerto Rico sobre esta cesión hecha por la Madre Patria hacia una potencia extranjera. El carácter ilegal e inmoral de esta cesión es expuesto por el Maestro en su escrito “Nulidad del Tratado de París”.
Invocar la ilegalidad del Tratado de París permitía a Albizu retar radicalmente al régimen estadounidense en Puerto Rico. El acudir a argumentos legales no solo le permitía valerse de las cortes para intentar lograr la independencia de Puerto Rico o conseguir apoyo de los organismos internacionales (como nota Rodríguez Fraticelli en su obra anteriormente citada), sino que también implicaba recordar el contexto de violencia en el cual se firmó el Tratado de París que originó al gobierno de Estados Unidos en Puerto Rico. Permitía a Albizu Campos argumentar que el gobierno de Estados Unidos en Puerto Rico era solo de hecho y no de derecho, y que por tanto sus ordenanzas respecto a Puerto Rico (hechas en beneficio de la potencia ocupante y no del país ocupado) carecían de verdadera fuerza de ley por la ilegalidad y presunta nulidad del Tratado de París. Albizu Campos así intentaba demostrar que el régimen estadounidense en Puerto Rico era de solo hecho y que no había obligación en conciencia de obedecerlo.
Podría reflejar esta tesis de nulidad la cosmovisión católica de Albizu Campos. Vimos ya cómo al menos según lo explicado por Jaime Balmes (en cuya obra Albizu Campos basó parte de su pensamiento católico) dentro del catolicismo no es obligatoria la obediencia a gobiernos de solo hecho.
No se limita Albizu a impugnar la legitimidad de origen, que podría ser insuficiente para justificar la resistencia contra un régimen si este luego se legitima. Julio Meinvielle, por ejemplo, cita al papa León XIII para explicar que obedecer a los regímenes de hecho es exigido por el bien común si son legitimados por la aceptación de la comunidad política, a pesar de que hayan tenido un origen ilegítimo. Podría pensarse que la mínima resistencia contra el régimen estadounidense en Puerto Rico ya en sí legitimaría su presencia, pero el Maestro es capaz de ofrecer numerosas injusticias por parte del régimen en sus escritos y discursos que pueden justificar la continua resistencia al mismo. Albizu Campos, pues, podría haber estado obrado en buena conciencia como católico mientras denunciaba la injusticia estadounidense y exigía la constitución de una república independiente para remediarla.
La primera gran injusticia es la propia condición colonial. Colonia quiere decir en el contexto de la historia de Puerto Rico (de acuerdo al diccionario en línea de la Real Academia Española): “territorio dominado y administrado por una potencia extranjera”. El colonialismo es en sí injusto porque permite que una potencia ejerza poderes casi absolutos sobre otra nación sin que esta pueda participar en la toma de decisiones políticas que le afectan. Las encíclicas papales recientes sobre la doctrina social denuncian el coloniaje. Un buen ejemplo de una crítica católica que ilustra implícitamente la injusticia causada por el colonialismo lo constituye el siguiente fragmento de la encíclica Populorum Progressio del papa San Pablo VI: “Cuando poblaciones enteras, faltas de lo necesario, viven en una total dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social y política, es grande la tentación de rechazar con la violencia tan grandes injurias contra la dignidad humana (30).”
Es el “rechazo” a esta “gran injuria contra la dignidad humana” lo que inspira la resistencia anti-colonialista de Albizu Campos, quien considera al coloniaje una forma de esclavitud y por ende contraria al derecho natural. Dice el prócer puertorriqueño sobre la situación colonial: “donde una parte puede hacer lo que quiera, como quiera y en la forma que quiera y la otra no tenga más que obedecer, obedecer y obedecer, hay que llamarle a eso suciedad, o sea, la esclavitud (358)”. Reconocía, como lo hace todo puertorriqueño bien informado, que el régimen territorial al cual fue sometido Puerto Rico por los Estados Unidos daba al Congreso estadounidense poderes casi plenarios sobre el territorio y que dicho organismo extranjero tenía por la constitución estadounidense el poder para ordenar la administración del mismo a su conveniencia sin considerar necesariamente el bienestar de Puerto Rico, que no tenía capacidad suficiente para resistirlo o para participar de su toma de decisiones. Esto convertía a Puerto Rico a sus ojos en una nación esclavizada por los Estados Unidos.
El colonialismo estadounidense, al despojar a Puerto Rico de poderes políticos y económicos, crea o perpetúa otras injusticias que el Maestro denunció en sus escritos y discursos. Dos injusticias criticadas ampliamente por el Maestro y vinculadas por él al coloniaje fueron la supresión de la cultura católica e hispánica puertorriqueña y la concentración de la riqueza en manos estadounidenses en conjunto con la pobreza del campesinado puertorriqueño, por mencionar solo las más evidentes. Su largo análisis sobre el Informe Brookings, recopilado tanto en los libros La conciencia nacional puertorriqueña y en Pedro Albizu Campos: Escritos, ilustra detalladamente cómo bajo el régimen estadounidense y las disposiciones de su sistema colonial fue Puerto Rico sometido a la pobreza. La manera de combatir estas injusticias culturales y económicas era, para Albizu, luchando para que su país se independizara de un régimen ilegítimo en origen cuyo carácter tiránico de ejercicio el Maestro se había empeñado en tratar de demostrar.
Albizu no descuido en esta lucha las otras dos condiciones enumeradas por Balmes para que fuese legítima la resistencia. Se proponía sustituir al régimen colonial ilegítimo con un régimen independiente y nacional legítimo cuyo gobierno fuese responsable ante los puertorriqueños y fuese capaz de establecer un orden económico en parte basado en propuestas o ideas de otros católicos de la época. El estudio de la vida y obra de Albizu Campos y de la historia y documentos del Partido Nacionalista sugieren, por su parte, que el líder nacionalista tomó las consideraciones necesarias para tratar de ponderar las posibilidades de éxito de su empresa de cambio de régimen.
El Maestro creía que el medio legítimo y ordenado por el cual podría organizarse el país para crear un nuevo gobierno y exigir la independencia era la Asamblea Nacional Constituyente sin tener que cooperar en la administración imperial de la colonia y comprometer así la causa de la independencia. Pensaba que solo negándose a participar en la administración colonial bajo las leyes del imperio podría Puerto Rico ser libre, pues creía que bajo las ordenanzas y el sistema del imperio jamás y nunca se permitiría la independencia, y que la manera de protestar y resistir este sistema evitando el desorden era por una Asamblea Nacional Constituyente. Constantemente alude en sus escritos a la necesidad de convocar dicha asamblea e incluso cinco de los escritos incluidos en una de las compilaciones de las obras de Albizu Campos están dedicados a la Asamblea Nacional Constituyente. El manifiesto del Partido Nacionalista diseñado para las elecciones de 1932, además de hacer referencia a la asamblea mencionada, incluye un programa económico en el que pueden discernirse ideas del distribucionismo y de unionismo obrero. Ambas ideas eran propuestas por católicos alrededor del mundo porque entendían que eran compatibles con la doctrina social y que permitirían, respectivamente, una mayor distribución de los bienes y una cooperación y defensa común de los trabajadores organizados frente a los abusos de los capitalistas sin tener que caer en el comunismo o socialismo.
La resistencia nacionalista no tuvo el éxito esperado y aunque en ocasiones Albizu Campos pareció perder la esperanza en su capacidad de éxito según testimonios personales de algunos de sus amigos, su cuidado en la organización de su movimiento evidencia que intentó ser responsable y prudente a la hora de planificar la lucha. Esta disposición aparente de planificar bien cada movida para asegurar el éxito de la empresa podría ser consistente con la condición ofrecida por Balmes sobre necesidad de la posibilidad de éxito. Las movidas del Maestro y del movimiento libertador que presidía no eran espontáneas ni fueron hechas “a lo loco”, como dicen. Respondían, como estudia Carlos Rodríguez Fraticelli en su ensayo anteriormente aludido, a las distintas posibilidades de acción según las circunstancias cambiantes. Vimos ya que el Maestro proponía un medio concreto y viable para asegurar un gobierno legítimo cuando se desechara al ilegítimo: la Asamblea Nacional Constituyente. Se ocupó de proponer un programa económico para organizar la economía independiente y que así la república liberada no sucumbiera a la pobreza, volviéndose un estado fallido. La Insurrección Nacionalista de 1950, liderada por Albizu Campos en un momento en que tal vez pensó que los medios pacíficos no lograrían la independencia, evidentemente contó con preparación estratégica de antemano para poder asegurar la victoria aunque la misma no se logró: esta planificación para hacer viable la insurrección podría reflejar un sentido de responsabilidad por parte de Albizu, pues él y sus hombres debían enfrentar las consecuencias si eran derrotados (la buena planificación era lo mínimo que podía hacerse para evitar los posibles males mayores que podrían ocurrir si la insurrección fallaba).
Todo lo anteriormente mencionado sirve para ilustrar la influencia católica dentro del pensamiento político de Albizu Campos y cómo algunas de sus propuestas y acciones podrían ser compatibles con su cosmovisión católica. La lucha por la independencia de Puerto Rico debe mucho al catolicismo, que ha contribuido a preservar nuestra identidad nacional frente a una nación invasora predominantemente protestante. Albizu Campos reconocía esta realidad y por eso hacía continuas referencias a la heredad católica, presente en Puerto Rico gracias a la Madre Patria España, en sus escritos y discursos.
Sintiendo el apego natural de cada hombre por su propia tierra, su propia nación y su propia historia estaba dispuesto a luchar con valor y sacrificio por la independencia de la patria. Creía él que solo a independencia podía hacerle justicia a Puerto Rico ante la humillación y esclavitud indigna del coloniaje.
Afirmaba implícitamente, al hacer referencia a la proclamación de la República en Lares en 1868, que la independencia reflejaba “el principio de que ninguna nación será dueña del destino de otra nación (59)”. Dicho principio era la base “del derecho internacional y de la civilización universal” y era inviolable sin importar el pretexto (59). Era, en las palabras de Albizu Campos “el principio de la dignidad humana formulado en su aplicación a la familia de naciones (59)”.
No hace referencia Albizu Campos a principios religiosos al momento de exponer el vínculo que hay para él entre la independencia, la dignidad humana y dignidad nacional. Es por eso que es impresionante el parecido de las palabras y expresiones del prócer con el texto del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, publicado décadas después de las declaraciones citadas del líder nacionalista:
“El campo de los derechos del hombre se ha extendido a los derechos de los pueblos
y de las Naciones,325 pues « lo que es verdad para el hombre lo es también para los
pueblos ».326 El Magisterio recuerda que el derecho internacional « se basa sobre el
principio del igual respeto, por parte de los Estados, del derecho a la
autodeterminación de cada pueblo y de su libre cooperación en vista del bien común
superior de la humanidad ».327 La paz se funda no sólo en el respeto de los derechos
del hombre, sino también en el de los derechos de los pueblos, particularmente el
derecho a la independencia.328
Los derechos de las Naciones no son sino « los “derechos humanos” considerados a
este específico nivel de la vida comunitaria ». (157) 329”
Realmente no debería ser sorprendente aunque aparente serlo: un hombre que inspirado en principios católicos creía en la independencia de su patria no podía sino tener una visión similar a la que ha expuesto en su compendio de doctrina social la Santa Madre Iglesia. Valora la Iglesia la independencia de los pueblos y su derecho a la autodeterminación, por lo cual admite que no tiene que ser la independencia el único medio de lograr dicha autodeterminación (esto es reconocido luego en el documento). ¿Por qué entonces Albizu Campos rechazaba tajantemente la estadidad u algún otro tipo asociación justa a los Estados Unidos pese a que podrían ser opciones aceptables dentro del catolicismo en el que creía?
La estadidad o plena anexión, conclusión lógica de todo colonialismo, queda descartada para el Maestro porque niega la personalidad internacional que nos distingue como nación. Conocía Albizu Campos el sistema legal estadounidense y sabía que de Puerto Rico unirse como estado federado de los Estados Unidos perdería su personalidad: Puerto Rico dejaría de ser distinto, dejaría de ser sí mismo, dejaría de ser Puerto Rico ante los ojos de la comunidad de países del mundo. Como la mayoría de los puertorriqueños, Albizu Campos valoraba su identidad cultural y amaba todo lo que nos distinguía de aquella nación extranjera. Más que eso, comprendía que Puerto Rico por el catolicismo y por su herencia hispana era heredero de una tradición y civilización mayor que valía la pena preservar. Su propio sentido de dignidad y de amor por su origen distinto hacía que percibiera la estatidad, que en Puerto Rico sería producto directo del coloniaje, como un insulto y una humillación más (además de como una negación a nuestro ser y un rechazo a nuestra personalidad). Otros tipos de mal llamadas “asociaciones” o alguna forma de autonomía bajo el régimen estadounidense también eran rechazadas por Albizu porque según él no eran posibles dentro del esquema constitucional estadounidense (informes congresionales sobre la cuestión parecen haber llegado a conclusiones similares a las de Albizu Campos), pero por razones de dignidad expresadas anteriormente pensamos que difícilmente aceptaría algún tipo de verdadera asociación o autonomía dentro del gobierno de los EE.UU. si se pudiera aunque fuesen justas.
Su firmeza al mantener el ideal de la independencia por su sentido de dignidad demuestra un patriotismo admirable. Dentro del propio catolicismo incluso se considera al patriotismo una virtud. El patriotismo defendido por Albizu parece así también compatible con su cosmovisión católica. Implica la noción de patria dentro del catolicismo, al menos según la explican una variedad de escritores o pensadores católicos, más que la mera tierra propia, toda una herencia cultural legada por los antecesores. Esta concepción de patria motivaba al Maestro a expresar con pasión y convicción:
“¡Esto es nuestro! Aquí están las cenizas de vuestras abuelas, aquí están las cenizas de vuestros abuelos. Aquí está todo el amor de los que fundaron esta patria, de los que sembraron estos preciosos árboles, de los que levantaron esos monumentos, de los que levantaron vuestras iglesias, de los que levantaron las tumbas, de los que levantaron la pila bautismal para que nosotros recibiésemos la bendición y la luz del cristianismo. ¿Cómo vamos a renunciar a todo nuestro pasado de grandeza?
¿Por cobardía? ¿Cómo vamos a entregar todo nuestro legado de heroísmo y de valor? ¿Por qué? ¿Cómo vamos a entregar la sabiduría de nuestra raza, la belleza de nuestra raza, la visión eterna de nuestra raza? ¿Con qué derecho se nos quiere llevar a nosotros a ser los gusanos de la tierra, a ser la cabalgadura de una bestia como la son los yanquis? ¿Con qué derecho?”
Albizu Campos llamaba a los puertorriqueños a honrar este precioso legado patrio. Entendía que la mejor forma para honrarlo era consolidando el movimiento nacionalista para luchar por la independencia, pues concebía al nacionalismo como “la patria organizada al rescate de su soberanía”. Se le llama “nacionalista” a su movimiento porque afirma la nación puertorriqueña en un momento histórico en que su cultura y posiblemente hasta su propia existencia como nación estaba en seria amenaza frente a la cultura extranjera.
Podría ser pues un tipo de nacionalismo permisible dentro del catolicismo. El nacionalismo ha sido ampliamente criticado por la Iglesia Católica al menos en tanto y en cuanto se le entiende como una forma de idolatrar a la nación (poniéndola por encima del lugar debido a Dios) y como una ideología que promueve el odio contra las naciones extranjeras. Muchos devotos e informados católicos critican también pues al nacionalismo y se oponen a él como cuestión de principio. Otros católicos, sin embargo, aparentar utilizar la palabra “nacionalismo” para describir un medio legítimo de defensa de la patria en momentos en que su soberanía, unidad y/o cultura están bajo ataque.
Nos parece que es este el caso de don Pedro Albizu Campos y de los llamados “nacionalistas católicos” argentinos como Julio Meinvielle, Alberto Ezcurra Medrano, y Jordán Bruno Genta. Tanto Meinvielle como Ezcurra Medrano eran capaces de ver el llamado “nacionalismo” en su contexto: una reafirmación de los valores tradicionales de los países como reacción a la desunión causada por el liberalismo y al peligro del comunismo. Creían que podía ser cristiano y católico (como intentó serlo en países hispanos como España y Argentina) y restablecer el lugar propio de la religión en la vida de los pueblos y asegurar la justicia social o que podía ser “pagano” (como ocurrió en Alemania durante el periodo entre las guerras mundiales) y por ende suprimir la influencia de la religión católica, aumentar más de lo debido el poder del estado y rechazar injustificadamente todo lo extranjero solo por odio a los otros pueblos y por una sobre exaltación desordenada del amor a la nación propia. Jordán Bruno Genta, por su parte, escribe lo que parece ser una opinión sobre el nacionalismo en términos que recuerdan el contexto del pensamiento nacionalista de Albizu Campos:
“El nacionalismo, como exaltación o exasperación del amor a la Patria, se justifica
plenamente cuando ella está enferma o en peligro de perderse. No es una actitud
egoísta ni de odio o desprecio hacia las otras patrias, sino máxima solicitud hacia la
propia, la que más nos necesita y nos reclama en su necesidad. Por esto es que ante la
Patria amenazada en su misma existencia, el nacionalismo así entendido es un deber
inexcusable de sus hijos.”
Albizu Campos, pese a sus críticas al imperialismo estadounidense y a las peores manifestaciones de la degeneración de la cultura estadounidense, se cuida de predicar el odio al pueblo de la nación colonizadora. Recuerda en su discurso del Día de la Raza de 1932, en el cual expone la grandeza de la cultura católica, el deber cristiano de amar al enemigo. Su justa indignación por la colonización de su patria no necesariamente, entonces, significó un discurso de odio condenable en el catolicismo dirigido contra el tirano extranjero y todos los miembros de su raza. Muestra de ello es que supo colaborar con estadounidenses que simpatizaban con la independencia, como Ruth Reynolds. El nacionalismo albizuista no debe, por su inspiración de católica, compartir las ideas xenófobas y de odio de otros nacionalismos anticatólicos.
Podría ser más apropiada, considerando las críticas de otros católicos contra el nacionalismo por los motivos antes mencionados, una mejor palabra para describir este “nacionalismo” defendido por algunos católicos. La ausencia de ella en este momento hace que la palabra “nacionalismo” sea más apropiada para referirnos a sus ideas tomando en cuenta su contexto histórico. Su uso puede serlo todavía más apropiado en el caso de Puerto Rico y del pensamiento albizuista, pues el movimiento que lideró Albizu llevó el nombre de “nacionalista” y puede ser necesario en ocasiones referirse al “nacionalismo” puertorriqueño para distinguir sus ideas de las de otros movimientos políticos independentistas. Es importante reconocer la inspiración católica dentro de dicho movimiento, pero al mismo tiempo debe evitarse (como advierte Meinvielle en uno de sus escritos) identificar plenamente al “nacionalismo” con el catolicismo (o confundir al “nacionalismo” con la propia religión católica) porque este último es superior, por su naturaleza espiritual, al primero y no requiere del mismo para su existencia. Otras formas de organización política que no sean “nacionalistas” son posibles y aceptables para la Iglesia.
No es posible sin embargo, como hemos demostrado en este largo análisis, entender el nacionalismo albizuista sin entender el catolicismo. No se puede entender el mensaje y la lucha de Albizu Campos sin entender la influencia que sobre él tuvo el catolicismo. Como mencionamos al principio, es muy probable que su pensamiento y sus acciones tal vez no sean en todos los aspectos completamente compatibles con las enseñanzas del catolicismo como observan sus críticos católicos pero esto no impide reconocer la evidente cosmovisión católica que tenía el Maestro y cómo esta impactó su política.
La figura de Pedro Albizu Campos y su llamado pensamiento nacionalista recordarán inevitablemente a nuestra nación descristianizada de Puerto Rico sus orígenes católicos. Podrían así inspirar a los puertorriqueños a seguir una política conforme a las que se supone que sean sus creencias religiosas (recordemos que la mayor religión en Puerto Rico sigue siendo, como lo fue históricamente, la católica) y entender que la independencia podría ser aceptable de acuerdo a las mismas. El movimiento independentista actual, influenciado por ideologías ajenas que corrompen a nuestra juventud y debilitan nuestra patria, no debe cometer el error de rechazar el catolicismo sino más bien reconocer su histórica importancia para la causa de la independencia y el respeto y el valor demostrados por esta religión a la independencia de los pueblos como parte del reconocimiento de su dignidad.
Notas:
Tuvo este servidor la oportunidad de comprender la falta de interés histórico por este tema entre los estudiosos, en contraste con el interés mostrado por otras figuras que sí alcanzaron el poder como Luis Muñoz Marín, en una conversación con un célebre profesor e historiador de uno de los recintos de la Universidad de Puerto Rico.
Traducción por este servidor del título del ensayo originalmente en inglés: The Catholic Worldview in the Political Philosophy of Pedro Albizu Campos: the Death Knoll of Puerto Rican Insularity.
Insistimos nuevamente en la necesidad de estudiar bien la doctrina social de la Iglesia de documentos o fuentes autorizadas. Es el libro de Balmes un excelente compendio sobre datos históricos y ciertamente hace lo mejor posible por exponer las creencias de la Iglesia, pero esto no hace a su autor inmune al error. No escribimos con ánimo de impugnar el conocimiento del sacerdote español decimonónico en materia de doctrina, pero sí debemos advertir que las continuas citas de opiniones de diversos teólogos incluidas por Balmes podrían confundir a los menos informados a la hora de discernir entre la doctrina oficial de la Iglesia sobre el origen divino del poder político y la opinión particular de un teólogo sobre cómo el poder es transmitido de Dios a la autoridad legítima. Varias de las opiniones citadas, como la de Francisco Suárez, sobre cómo la potestad de gobernar, por ejemplo, es recibida primeramente por la multitud y luego transferida a los gobernantes ha sido impugnada por otros católicos y teólogos como el argentino Meinvielle (intenta refutarla en su libro de política).
Ambos ensayos citados están incluidos en el libro La nación puertorriqueña: ensayos en torno a Pedro Albizu Campos
Ver páginas 519 y 520 y 523 a 525. Balmes, también citando a Santo Tomás, menciona sin embargo que no deben obedecerse nunca las leyes que obliguen a desobedecer directamente las leyes de Dios. Julio Meinvielle, en su Concepción Católica de la Política, abunda y parece clarificar más al respecto, citando también a Santo Tomá inicialmente. Pueden obedecerse las leyes injustas para evitar mayores males en el caso que mande no respetar algún derecho de una persona o familia y estás deban ceder su derecho, pero (citando entonces a León XIII) no pueden obedecerse las leyes si mandan algo “manifiestamente contrario al derecho natural y divino” (citado en Meinvielle, 39). Dudas sobre la aplicabilidad de estos principios en cuanto a casos de leyes actuales deberían ser consultadas con un sacerdote o experto en materia religiosa y deberían consultarse de ser posible también las enseñanzas oficiales de la Iglesia para tener una idea más clara sobre cuándo se debe o no desobedecer una ley injusta de manera general.
El escrito aparece en la compilación La conciencia nacional puertorriqueña, ver página 93.
Ver páginas 526-527. Recomendamos nuevamente consultar las enseñanzas oficiales de la Iglesia y a autoridades competentes en la materia para evitar error en materia de doctrina.
Nos referimos a cuando gobernantes originalmente legítimos comienzan a abusar de su poder con impunidad, no a los desórdenes de su vida privada que no necesariamente afecten la gobernanza ni necesariamente a meros acuerdos tras bastidores hechos por estos en su propio beneficio. El propio Balmes reconoce que la mala conducta en sí de los gobernantes no es motivo para derrocar a un gobierno (a menos que implique un atropello grande contra las personas).
Propone la Iglesia, en la medida de las posibilidades, luchar contra la injusticia de los gobiernos resistiendo de manera pasiva o no armada. Posiblemente Balmes, por las circunstancias de su época, difícilmente podía concebir una resistencia a una tiranía que no fuese armada y por tanto debe inferirse que se refiere a la resistencia armada cada vez que discute la posibilidad de resistir y/o cambiar un gobierno por otro, pero hoy día algunas resistencias no armadas han mostrado ser exitosas y podrían ser un medio efectivo para forzar el cambio de un gobierno tiránico por otro más justo si las condiciones de abuso lo requieren.
Está disponible en el libro Pedro Albizu Campos: Escritos (pp. 18-25).
Otros teólogos, incluyendo Julio Meinvielle en su Concepción Católica de la Política, han expresado creencias similares. Repetimos que debe consultarse la enseñanza oficial de la Iglesia para evitar errores en materia de doctrina.
Ver Concepción Católica de la Política (p. 43)
Advierte luego sin embargo que: “…la insurrección revolucionaria —salvo en caso de tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente el bien común del país— engendra nuevas injusticias, introduce nuevos desequilibrios y provoca nuevas ruinas. No se puede combatir un mal real al precio de un mal mayor. (31)”
Ver “La naturaleza colonial del Estado Libre Asociado” en el libro Pedro Albizu Campos: Escritos, pp. 354-358.
Ver libro Pedro Albizu Campos: Escritos.
Ver libro La conciencia nacional puertorriqueña, pp. 62-70.
Recuerda este servidor haber leído al menos un testimonio de ese tipo en un artículo de un periódico viejo cuya edición estaba dedicada a Albizu Campos.
Evitamos aquí pasar juicio moral en base a la teoría de guerra justa católica sobre la legitimidad de la Insurrección Nacionalista, solo destacamos que su evidente planificación podría ser consistente con el principio de asegurar las posibilidades de éxito militar (que implicaría abstenerse de la guerra si no hay dicha posibilidad).
Reconocemos e impugnamos el carácter masónico (contrario por ende al catolicismo) de dicho movimiento revolucionario, pero hacemos referencia al mismo para citar en su contexto el mensaje del Maestro.
Ver “El nacionalismo puertorriqueño” en La conciencia nacional puertorriqueña, pp. 58-61.
Las citas incluidas dentro del fragmento del compendio pertenecen a declaraciones del papa San Juan Pablo II, de acuerdo a las notas finales.
Ver el “Report by the President’s Task Force on Puerto Rico’s Status”, pp. 5-8; 10-11, publicado en diciembre del 2007. Enlace: https://www.justice.gov/archive/opa/docs/2007-report-by-the-president-task-force-on-puerto-rico-status.pdf
El Maestro considera casi imposible la estadidad por las diferencias religiosas, culturales e históricas entre Puerto Rico y los Estados Unidos. Analiza las dificultades que crearía la estadidad por estas y otras cuestiones en un elocuente artículo. El mismo es titulado “Nuestro status político” en La conciencia nacional puertorriqueña y “El absurdo de la estadidad para Puerto Rico” en Pedro Albizu Campos: Escritos. El artículo “La naturaleza colonial del Estado Libre Asociado” demuestra la farsa del ELA haciendo referencia a la disposición constitucional del poder congresional sobre los territorios y el análisis sobre el Informe Brookings incluye una demostración del inconveniente de la estadidad para Puerto Rico y la imposibilidad constitucional de alguna forma de autonomía bajo el gobierno de EE.UU. sin la estadidad.
Ramiro de Maetzu en su Defensa de la Hispanidad describe esta aparente concepción católica de patria. También el nacionalista católico argentino Jordán Bruno Genta lo hace en el quinto tema o capítulo de su libro Guerra Contrarrevolucionaria. Recomendamos como siempre el estudio de las enseñanzas oficiales de la Iglesia para comprender mejor la noción católica de patria y evitar posibles errores.
“Pedro Albizu Campos habla sobre la independencia de Puerto Rico, disponible en https://www.youtube.com/watch?v=G_2Xg1arIgY . Ver del minuto 7:41 a 8:44. Transcripción de este servidor basada en los subtítulos del video pero con errores corregidos. Se pronuncia el discurso en la plaza de Cabo Rojo para honrar la vida de Ramón Emeterio Betances. Él era masón y algunos monumentos de la plaza en su honor a los que el Maestro pudo haber aludido fueron colocados por los masones. No tiene que interpretarse la honra a su memoria como alabanza a la masonería, pues entendemos que puede reconocerse el legado positivo de Betances, a quien Albizu consideraba Padre de la Patria por haber luchado por la independencia de Puerto Rico, en algunos aspectos sin aceptar sus ideas o filosofías contrarias a la enseñanza de la Iglesia. Además entendemos que la fuerte y negativa caracterización de los estadounidenses que hace el Maestro debe tomarse en su contexto histórico debido y no ser necesariamente considerada como evidencia de odio al extranjero. Se busca demostrar con este discurso cómo se refleja la concepción de patria como legado de los ancestros, que Albizu, como explicamos anteriormente, conecta con la civilización cristiana y católica que España legó a nuestra nación.
La cita ha sido compartida ampliamente en imágenes de la página de Facebook llamada Partido Nacionalista de Puerto Rico (que es regida por PNPR o lo que queda de esta organización histórica) , pero no hemos podido verificar su fuente.
Recomendamos el ensayo del historiador José Enrique Ayoroa Santaliz “Un hito en nuestra historia” (disponible en el libro Pedro Albizu Campos: Reflexiones sobre su vida y obra, pp. 93-110) para comprender la magnitud del peligro que enfrentaba la cultura puertorriqueña y el movimiento independentista antes de la vida política de Albizu Campos.
Recordamos que se debe consultar la enseñanza oficial de la Iglesia sobre esta cuestión del nacionalismo, para evitar confusión. Hacemos este análisis sobre la aceptación o rechazo del término “nacionalismo” entre los católicos para intentar demostrar en qué sentido utilizaba Albizu Campos dicho término y por qué a pesar de su uso no debe entenderse su forma de pensar, al menos completamente, como contraria a las enseñanzas de la Iglesia. Aprovechamos también la ocasión para hacer referencia a otros pensadores católicos que aceptaron el término “nacionalismo” y exponer en parte su pensamiento.
Basamos nuestra descripción en lo que hemos estudiado de la obra general de ambos autores. Entendemos que la lectura de Un juicio católico sobre los problemas nuevos de la política (de Julio Meinvielle, aunque en otras de sus obras muestra un parecer similar) y Catolicismo y nacionalismo (de Alberto Ezcurra Medrano) ayudan a comprender mejor la visión de ambos sobre el nacionalismo. Es importante aclarar que el nacionalismo de estos y otros pensadores católicos era visto más bien como un medio para restaurar el reinado social de Cristo, (quien siempre tendrá primacía por ser Dios encarnado para los católicos) en las naciones que como un fin en sí mismo.
Ver libro Guerra contrarrevolucionaria, p.82
Disponible en el libro La conciencia nacional puertorriqueña, pp. 191-218.
Ver libro Un juicio católico sobre los problemas nuevos de la política, pp. 53-54.
Referencias principales:
The Catholic Worldview in the Political Philosophy of Pedro Albizu Campos: the Death Knoll
of Puerto Rican Insularity. Autor: Anthony Stevens-Arroyo.
La nación puertorriqueña: ensayos en torno a Pedro Albizu Campos (1991). Editado por:
Juan Manuel Carrión, Teresa C. Gracia Ruiz y Carlos Rodríguez Fraticelli. Editorial
de la Universidad de Puerto Rico.
Pedro Albizu Campos: Escritos (2007). Editores: Laura Albizu Campos-Meneses, Fr. Mario A.
Rodríguez León, O.P. Casa editora: Publicaciones Puertorriqueñas.
La conciencia nacional puertorriqueña (1994, cuarta reimpresión). Compilación por Manuel
Maldonado Denis. Casa editora: Siglo XXI Editores S.A. de C.V.
Concepción Católica de la Política. Autor: Julio Meinvielle. (Ejemplar digitalizado de la
tercera edición de la Colección “Biblioteca del Pensamiento Nacionalista
Argentino”, tercer volumen, editado en Buenos Aires en 1974. No reproduce las
páginas originales de la versión impresa en su formato PDF.)
El Protestantismo comparado con el Catolicismo en sus relaciones con la civilización
Europea. Autor: Jaime Balmes. Enlace a la edición digitalizada utilizada:
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (2004). Enlace: https://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html
Un juicio católico sobre los problemas nuevos de la política (1937). Autor: Julio Meinvielle.
Casa Editora: Gladium (Buenos Aires). Edición digitalizada.
Guerra contrarrevolucionaria. Autor: Jordán Bruno Genta. Impreso en 1976 y editado por J
Jorge Castellani. (La versión utilizada para este artículo fue transcrita a formato
digital PDF, no reproduce las páginas originales de la versión impresa).
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